domingo, 9 de octubre de 2011

Washington la Nuit et le Jour

  Descansando andamos los dos viajeros en un motel cercano a Chicago tras dos días de viaje desde Washington con escala en Cleveland. Que qué rayos se nos había perdido en Cleveland os preguntaréis, pues ni idea, si lo averiguamos os lo contamos. Hemos llegado hasta la orilla del lago Michigan viendo vastas extensiones de bosques espectaculares que salpican toda la costa este y la zona de los Grandes Lagos. 
  No nos cansamos de repetirlo, pero la luz del otoño en este país es algo indescriptible, magnífica, relajante, dorada, suave, preciosa. Los tonos rojos, naranjas, amarillos y castaños de los bosques (a veces todos los colores en un mismo árbol) se entremezclan con millones de  tonalidades verdes que dan para tantos matices que ni todos los "Pantone" del mundo serían capaces de definir.
  Pero antes de este gran viaje que nos hemos metido entre pecho y espalda (más de 1.200 kilómetros) hemos estado en la capital de la nación visitando el Capitolio, la Biblioteca del Congreso y todo el "Mall", la enorme pradera verde que llega hasta el monumento a Washington, el famoso obelisco fácil de recordar entre otras cosas por el discurso de Martin Luther King, la acampada de los hippies contra la guerra de Vietnam y la película Forrest 
Gump.






    Antes de recorrer el "Mall" y tras salir de la Biblioteca del Congreso, vimos a una especie de infraser ataviado con una casulla y un cordón del que colgaba un crucifijo que hablaba acaloradamente con unos policías de la ciudad. Portaba una enorme cruz al más puro estilo de penitente semanasantero pero mucho menos "sacrificado" puesto que, aunque la cruz de madera era de proporciones más que considerables, ésta se apoyaba en dos ruedecitas que facilitaban enormemente su desplazamiento. Antonio no pudo menos que decir:
  -"Conra, sácale a este tipo un plano como sea"
  Y Conra que portaba la cámara pero se olió el percal respondió
  -"Yo paso, que está rodeado de pasma por todos lados"
  Por lo que Antonio decidió coger la cámara y hacer una panorámica "casual" del Capitolio al tipo en cuestión. Como era de esperar un poli con pinta de zamparse cada mañana para desayunar a un par de berracos como nosotros se nos acercó soltando una perorata en un americano tan cerrado que no lo hubiera entendido ni un campesino de Winsconsin. Tras ver nuestra cara de pasmo preguntó que de dónde éramos y le dijimos que de España (Europa para matizar un poco) y nos suelta en un durísimo español mascando las palabras como si las estuviera triturando con los dientes
  -"¿Porrrr qué?
  Suponiendo que era una pregunta trampa y mientras tratábamos de explicarle que nos había parecido curioso el fulano de la cruz y que en Sevilla -aunque tenemos mucha devoción y también sacamos cruces a la calle- nuestros penitentes no hacen trampas a la hora de portarlas el poli hizo un gesto de cortar la grabación que fue tan explícito y tan cercano al lugar por donde se degüellan a los cochinos que allí mismo dejamos un par de calzoncillos listos para ser metidos en la lavadora con un largo prelavado y una tonelada de "Vanish Oxi Action".


  De la cantidad de museos que se hallan en el "Mall" elegimos por las referencias de las guías de viaje el "Museo Nacional del Aire y del Espacio" donde quedamos boquiabiertos ante la enorme cantidad de información, aviones, cohetes, satélites, exposiciones, simuladores y cines (incluyendo un planetario y un Imax en 3D)





  El resto del paseo hasta el obelisco fue una auténtica gozada acompañados de una temperatura ideal, una luz sobrecogedora (qué pesados) y un montón de ardillas sinvergüenzas que trataban de capturar cualquier resto de comida que los turistas arrojaban a las papeleras.



  Tras llegar al "Lincoln Memorial" a cuyos pies ya no se extiende la enorme piscina porque la han drenado y está en obras, nos hicimos unas fotos con la impresionante estatua de Abraham sentado permanentemente en su ciclópea silla y cruzamos el río Potomac por el Arlington Memorial Bridge para coger el metro de regreso al hotel.




  Por la noche, después de zamparnos un par de gigantescos burritos rellenos de pollo, frijoles y arroz y de engullir varios cientos de nachos con guacamole y la salsa especial creada por los dueños de la patente de "Hemoal", nos dimos un paseo por el Campus de la Universidad de Maryland cercano a nuestro hotel y acabamos en una especie de garito infame donde varias hermandades del tipo "Alfa-Gamma-Épsilon-Ñu" se estaban bebiendo todo el whisky y cerveza disponibles a unas velocidades y con un desfase dignos de una despedida de solteros alcohólicos. Nos unimos, como no podía ser menos, a la fiesta y alucinamos pensando en lo que dirían los papás de los "Universitarios/as" (vaya con las niñas, tragando a destajo como si no existiera el mañana) si vieran en qué y cómo se gastan sus retoños la pasta cuando llega el fin de semana tras pagar las verdaderas fortunas que cuesta costearse una Carrera por estos lares.
  A ultimísima hora de la noche en los lavabos del garito un chaval trataba de colocar en su sitio un dispensador gigante de toallas de papel que se había caído al suelo. Antonio, seriamente perjudicado, se fue para él y le preguntó:
  ¿Do you know "Luke I am your father from Star Wars"?
  El muchacho sin entender ni una sola palabra miraba alucinado alternativamente a Antonio y a Conrado que se partía el pecho mientras seguía meando igualmente perjudicado.
  -¿Qué le estás preguntando?
  -Que si conoce la frase "Luke, yo soy tu padre" de la Guerra de las Galaxias
  -Ya te he entendido, pero ¿por qué?
  -Mira el dispensador...
  Efectivamente el enorme artilugio, un objeto de plástico negro, se parecía razonablemente al casco de Darth Vader a punto de ser colocado en la cabeza de su dueño. Todos nuestros intentos de explicarle al chaval lo de Luke, Darth Vader, la Guerra de las Galaxias y la archiconocida frase solo tuvieron como resultado la huida despavorida del zagal tras arrojar al suelo el "casco" del malvado personaje.
  Al día siguiente, después de un merecido descanso, volvimos a Washington con el coche para visitar el 3600 de Prospect Street, lugar donde se hallan las escaleras en las que se filmó la caída mortal del Padre Karras cuando se arroja desde la habitación de Regan la niña poseída en "El Exorcista"




  Ahora estaremos unos días en Chicago antes iniciar la auténtica Ruta 66 que unía Chicago y Los Ángeles. Besos a todos

  C&A

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