jueves, 6 de octubre de 2011

Historias de Filadelfia

     Comenzamos con una gran foto digna de la mejor de las películas de Hollywood para que veáis de que material están hechos los dos inconscientes que circulan por estas ciudades americanas. A la derecha podéis observar a "Ro" con 115 arrobas de peso, vistiendo camiseta roja y calzonas azul-vaquero y a la izquierda "Cky" con 103 libras de vellón, vistiendo camiseta negra zahína y fascinantes gafas de sol. El bicharraco que tenemos encima es efectivamente la estatua de Rocky que han colocado al lado de las escalinatas que el insigne boxeador italiano se empeñaba en subir y bajar en sus delirantes películas. Lo más curioso es que decenas de jóvenes -y no tan jóvenes- emulaban sus hazañas con muy dispares resultados.




  Las susodichas escalinatas dan acceso al museo de arte de Filadelfia donde varios ricachos aburridos se dedicaron a comprar -cuando no a expoliar alegremente- grandes pedazos del patrimonio de los más diversos países.
  Aparte de una exposición de Rembrandt (un poco estafa ya que del pintor holandés apenas hay tres lienzos) la colección permanente cuenta con un espectacular templo hindú traído piedra a piedra desde la India, medio pueblo con templo y habitación para la ceremonia del té incluidos traídos de Japón, un claustro francés completo, el arco gótico de entrada de la iglesia de St. Laurence, media iglesia romana y otra media gótica y un patio italiano reconstruido pieza a pieza con fuente central y todo. Además de salones venecianos, holandeses y versallescos, un montón de Mirós (los debía regalar si no no se explica) y una colección de pintura barroca y renacentista italiana de caerse de espaldas además de un gigantesco Zurbarán y un precioso Murillo.



  Nuestra llegada al Museo de Arte fue una de las últimas visitas que realizamos en Filadelfia, antes habíamos estado escuchando un rollo macabeo sobre los Padres de la Patria y sus reuniones en el "Independence Hall" hablando de cómo patear las posaderas del inglés Rey Jorge III y de redactar su archiconocida Declaración de Independencia. Vimos los bonitos salones y demás dependencias donde tan insignes trasnochados se dedicaron a escribir sus sinsentidos mientras sus compatriotas los colonos eran apaleados por las tropas inglesas.






  Paseamos por la ciudad vieja visitando también la "Liberty Bell" la campana que tañía en los momentos importantes y que lo hizo en aquella sonada ocasión. La campana está rajada e inservible pero se sigue exponiendo para que todos los "guiris" nos hagamos hermosas fotos con ella.





  Nos movimos por la ciudad en un hermoso autobús-tranvía que nos llevó al museo Rodin que desgraciadamente estaba cerrado por reformas, aunque en el exterior pudimos encontrar "El Pensador" justo en la entrada del museo, "Los burgueses de Calais" un conjunto escultórico que nos puso realmente los pelos de punta por su dramatismo y el dolor que surge de las figuras que lo componen y "Las puertas del Infierno" de casi seis metros y medio de altura con decenas de figuras desgarradoras esculpidas que te dejan boquiabierto y con una sensación realmente desagradable en el cuerpo. Eso sí dignas de admirar y espectaculares.






  Filadelfia nos ha gustado especialmente por ser una ciudad tranquila, llena de luz y con gentes agradables que están orgullosos de su mayor contribución al mundo de la gastronomía americana. El famosísimo CheeseSteak (pedirlo siempre con cebolla, pimientos, champiñones y el pegajosísimo y delicioso engrudo conocido como "queso americano") Will Smith soñaba con ellos cuando fue desterrado por su tía de Filadelfia a Bel Air.



  La belleza de sus parques, la luz del sol de otoño, suave, preciosa que tapiza de oro el intenso verde de la hierba y se cuela tímidamente entre los árboles invitan a pasear y acercarse a las orillas del Delaware que discurre azul intenso y perezoso hacia el lejano atlántico.




  Tras tan altas expectativas nuestro paso fugaz por Baltimore ha sido un poco decepcionante. Todas nuestras ilusiones iban por entrar en el famosísimo acuario de la ciudad portuaria pero más nos hubiera valido la pena gastarnos los 60 $ de la entrada en comprar un par de acuarios en la tienda de animales de la esquina. Solo una exposición de minúsculas ranas venenosas (no nos preguntéis qué rayos pintaban tales batracios en un acuario) nos entretuvo un rato al más puro estilo "¿Dónde está Wally?", no había manera de localizar a las malditas ranitas que una vez descubiertas, eso sí, eran de unos diseños y dibujos tan espectaculares como letales sus venenos.
  Ahora descansamos en nuestra habitación de un motel junto al campus de la Universidad de Maryland, a unos pocos kilómetros de Washington, nuestra nueva parada que esperamos sea tan fructífera como lo fue Filadelfia.
  Besos y abrazos para todos


  C&A

2 comentarios:

  1. Yo quiero ver fotos de garitos, antros y madrigueras de "misfits" yankis... Las esquinas donde meaba Isaac hayes y Barry White, lo que ha perdurado de su sonido... Philadelphia sound...

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  2. Cuando salimos por las noches vamos de vacío. Sólo llevamos tres cosas abiertas, la boca, la cartera y la mente. Solo nos acordamos de lo que hacemos de día; de noche las ciudades nos engullen y nosotros correspondemos engullendo sus cervezas. Lo que pasa en Filadelfia se queda en Filadelfia...

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