martes, 25 de octubre de 2011

Ojos llenos, depósito vacío

  Hola a todos de nuevo. Acabamos de aterrizar en Las Vegas y ya estamos a punto de ver partir a Javier que se va mañana a Sevilla vía Chicago-Madrid-Sebastopol-Tombuctú
  Hemos aprovechado estos dos últimos días para visitar el parque que teníamos previsto y en un alarde de filigrana hemos logrado sacar un día más para visitar el lago Powell (con una gran presa que regula el caudal del río Colorado) y el Antelope Canyon una verdadera maravilla excavada por las corrientes de agua que inundan la zona esporádicamente en medio del desierto de Arizona.
  Para visitar el cañón es necesario hacerlo acompañados de un guía Navajo (una guía en este caso) Se accede a él después de un largo trecho recorrido en todoterreno entre pedregales y las arenas rojizas del desierto que acaban colándose en las cámaras, la ropa, los ojos y la boca teniendo al poco rato la sensación de estar comiendo una ración de coquinas mal lavadas en un chiringuito de mala muerte.



  A ambos lados del todoterreno empiezan a verse formaciones rocosas cada vez más elevadas. Solo falta ver pasar a toda velocidad al Correcaminos y divisar escondido entre las rocas al Coyote preparando múltiples y fallidas trampas marca ACME. De repente se detiene el vehículo y en la montaña que tenemos enfrente se abre lo que es poco más que una grieta. Una hendidura que penetra en el interior de la piedra y que guarda los vestigios maravillosos de miles de años de erosión.








  Lo que tenemos la fortuna de admirar una vez traspasado el umbral del cañón es de una belleza asombrosa. Las paredes, las grietas, la luz del sol que entra a duras penas desde las rendijas del techo, las formas suavemente moldeadas de la piedra, delicadamente talladas, los colores que oscilan entre el rosa pálido, el ocre y el naranja nos dejan boquiabiertos.



  El cañón es tan estrecho en algunos lugares que apenas cabe una persona. El cielo se adivina en lo alto cerca de cuarenta metros por encima de nuestras cabezas y en algunas zonas, apenas a ocho metros de altura, hay troncos que han quedado atrapados entre los salientes del cañón tras las sucesivas inundaciones. 


 




  Aquí abajo una tenue oscuridad domina casi todos los rincones y la fina arena que cubre el suelo amortigua el sonido de nuestros pasos. Cuando salimos al otro lado del cañón, la descomunal claridad del sol del desierto azota nuestra piel, nos ciega momentáneamente y nos devuelve a la dura realidad tras un intenso paseo por el lado mágico y misterioso del territorio Navajo.



  Antes de marcharnos de Arizona nos acercamos a un meandro del río Colorado, justo después del precioso lago Powell donde se alza una gigantesca presa y un puente de hierro clavado en la roca a una altura pavorosa.




  En esta zona se hallan algunos de los mayores yacimientos de fósiles y huesos de dinosaurio del mundo. Esta parte del río denominada "Horseshoe Blend" literalmente "curva en herradura" es un espectacular y caprichoso giro que el río Colorado hace antes de penetrar definitivamente en el Gran Cañón. .



  Tras la experiencia de los fabulosos parques de Arizona tocaba desplazarse a Utah (no se admiten rimas fáciles) para visitar una de los más hermosas zonas de la región: el Parque Nacional Zion. Atravesábamos ensimismados las rojizas tierras del Oeste americano cuando repentinamente nos percatamos de la falta de gasolina y de combustible, líquidos elementos imprescindibles para el buen funcionamiento del coche y sus ocupantes. El problema del vehículo quedó solucionado en la primera gasolinera que se cruzó en nuestro camino... lo del combustible nos costó un poco más. Hartos de buscar sin éxito indicaciones de "Liquor" o "Beer" en cada tramo, pueblo, cruce, camino o salida, a punto de desesperar y pensando en la drástica solución de beber agua -insípido líquido donde mean los peces- iluminado por los rayos del sol apareció ante nosotros un cartel de "Fredonia", la tierra prometida del sediento, una minúscula encrucijada oculta tras un polvoriento cruce donde se escondía una no menos polvorienta tienda denominada "The Border Store". Un triste establecimiento de madera rodeado de maleza en la que se oxidaban lentamente un par de vehículos desvencijados. 




  El mugriento local estaba regentado por una anciana de unos ochenta años de mirada aguda y aspecto eslavo que nos habló de forma triste de sus antepasados europeos. El local se hallaba repleto de bolsas llenas de papeles, cajas vacías, trastos inservibles, olor rancio de orina de gato y toneladas de polvo acumulados tras años de abandono.


 


 La anciana dueña de la tienda de Diógenes con su encrespado pelo blanco y su risita irónica bromeó sobre la ausencia capilar de la cabeza de Antonio mientras nos proporcionaba un buen cargamento de cervezas bien heladas que nos reportaron la energía necesaria para continuar nuestro camino.


   Al día siguiente llegamos a nuestro destino. El Zion National Park es una isla de exuberante belleza en medio de los desolados parajes desérticos del Oeste. Entrar en Zion es volver la mirada a los bosques frondosos del norte del país. Entre montañas y siguiendo el cauce del Virgin River se encuentra esta maravilla de la naturaleza. 








  Grandes elevaciones rocosas albergan magníficos bosques plagados de fauna y flora. Desde el lince hasta la cabra montés pasando por los halcones peregrinos, el cóndor americano y las ágiles y temerarias ardillas listadas que no dudan en corretear curiosas entre los pies de los visitantes. 





  El parque cuenta con varios lugares especialmente interesantes. Entre ellos siguiendo el cauce del río, el acceso a los Narrows un estrechamiento de las paredes del cañón que encajonan el río y que es necesario recorrer a pie convenientemente preparado con calzado antideslizante y traje de neopreno. 


  Al no poseer ni lo uno ni lo otro decidimos recorrer el sendero que da acceso al denominado "Angels Landing", la cima de unos de los riscos más elevados del parque.
  El comienzo es relativamente sencillo, pero a medida que avanza, la senda comienza a ascender rápidamente en una serie de sinuosas curvas que van minando la resistencia del caminante. Al cabo de una hora y media de subida bajo un calor asfixiante se accede a un repecho que es solo la antesala de la subida final a la cima. 


  Las paredes a ambos lados del camino están cortadas a pico y varias señales anuncian que han muerto seis excursionistas desde 2004. La ascensión se realiza ayudado por unas enormes cadenas que están fijadas a postes de acero en todo el trecho final del recorrido. 





  Agotados completamente y en varias etapas logramos coronar el gigante de piedra. Su nombre "El aterrizaje del Ángel" no deja lugar a dudas de la espectacularidad del panorama que desde allí se contempla. 




  Como excursionistas del tres al cuarto que somos, sin agua, ni resuello, empapados en sudor, deshidratados pero absolutamente emocionados ante la belleza del paisaje iniciamos la vuelta notando las piernas de mantequilla a cada paso que dábamos en el eterno descenso que se nos avecinaba.




  Las Vegas nos espera con todos sus atractivos y esperamos salir con bien de la ciudad. Si queréis apoyar a estos dos pobres blogeros no dudéis en hacer vuestras donaciones en cualquiera de las cuentas de sus sufridos protagonistas... 
  Un beso a todos

  C&A (+J)

3 comentarios:

  1. ¿Se admiten cantidades de más de 6 cifras?

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  2. Por favor no dejéis de escribir, me encantan las fotos, realmente divertido el encuentro con la abuela Diógenes!! menos mal que no tenía ningún hijo en la trastienda con una sierra eléctrica, preparado para cortaros en pequeños trocitos de carne, para hacerse una brocheta al ast.
    Ánimo, nos vemos en las Vegas!!!

    Adelante!!

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  3. ¿QUE PASADA! PRECIOSAS LAS FOTOS. ME TIENES QUE PASAR ALGUNAS, PERO SOLO DE LOS PAISAJES, PORQU VOSOTROS TENEIS UNA PINTA DE GUIRIS LAMENTABLE.BESOS

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