jueves, 3 de noviembre de 2011

...a la Ciudad (Mamá no lo leas)


  Hola a todos de nuevo. Se acaba nuestra visita a San Francisco donde hemos disfrutado de la singularidad y la belleza de esta metrópoli a pesar de notar el cansancio acumulado de tantos días de viaje.
  Uno de los condicionantes esenciales de nuestra estancia ha sido la elección del hotel. El "Monarch Hotel" es un antiguo edificio venido a menos en la calle Geary, dentro del distrito de los teatros. 



  Aquí el barrio ha ido en decadencia desde su pasado glorioso en los días de apogeo del teatro y del cine. Hoy por sus calles merodean los "homeless", muchos fumadores de hierba, alcohólicos, dealers, prostitutas de los tres sexos y desarrapados que sin embargo son completamente inofensivos si no te metes con ellos. Durante el día, en las esquinas de las calles menos concurridas, siempre flota en el ambiente un intenso y estimulante olor a hierba (no hierbabuena, sino buena hierba) En la esquina cercana hay un centro de tratamiento de toxicómanos (donde les proporcionan metadona) y un poco más abajo en el local "Divinity Tree" puedes ponerte hasta las orejas de marihuana terapéutica siempre y cuando pertenezcas al estado de California y un médico te la prescriba. Por más que hicimos notar al vigilante de la puerta que nuestras espaldas tras el palizón del viaje tenían más curvas que la carretera de Ronda no logramos convencerle para que nos dejara entrar y pegarnos un par de horitas de tratamiento. 
  Curiosamente pocos cientos de metros más abajo, en la misma calle Geary se asientan montones de Galerías de Arte y lucen orgullosas sus marcas las tiendas de las grandes firmas de moda y de las joyerías más importantes. 
  Nuestro barrio por la noche es centro de animación y de movida. Montones de jóvenes y no tan jóvenes (no queremos señalar) se acercan a los bares y pubs que salpican las calles. Garitos como Castle, Ambassador, Fullers, Amsterdam, Blur, Vértigo o nuestro favorito Hemlot con música en directo, han sido convenientemente visitados durante las noches de Frisco. Estos días, habiendo sido Halloween, hemos podido observar todo tipo de disfraces, desde los más trabajados a los más simples. Con unas gafitas, una gorra y chaleco a rayas rojas y blancas descubrimos a varios "Wallys" entre la multitud. Vikingos de hacha, escudo y casco cornudo, robots de aspecto curtre, un tipo vestido completamente de plátano
  -Antonio, ¿no hay en medio de esa peña un plátano gigante tomándose una copa de vino?
  -Eso parece, sin duda… ¡sí tío, efectivamente hay un plátano bebiéndose una copa de vino!
  Por la calle nos cruzamos con un Terminator -algo más bajito que el original, eso sí- pero con sus gafas de sol, sus botas, su chupa y una especie de fusil nuclear-intergaláctico de largo alcance en las manos, un Ghandi con sabanita atada muerto de frío, otro congelado vestido solo con los gayumbos y el cuchillo de "American Pshyco", marcianos, Bitelchús, el tipo de Scream, osos, perros, monstruos variados y una especie de súper héroe que no pudimos identificar y que iba vestido con un casco espacial amarillo muy largo terminado en dos antenas, con una especie de mini-alitas en la espalda, unos guantes rojos mangados a su madre después de fregar y todo su cuerpo enfundado en un traje como de neopreno negro muy ajustado. El trasero de este absurdo infraser era del tamaño de una mesa camilla con lo cual fue prontamente bautizado como "Culo-Man". Eso en el apartado de los tipos, porque las muchachas… ¡Madre mía! Mujeres prehistóricas con escote, enfermeras con taconazo, medias, ligueros y escote, policías con esposas, porra y escote, marineras de pantaloncito mínimo y súper-escote, caperucitas rojas con cestita y escote, brujas de escoba, caldero y escotazo, hadas de varita, carita angelical y escote, luchadoras, deportistas, bailarinas de cancán y de los años cincuenta, todas con escote. No me extraña que haya tanto disfraz de muerto viviente, estas jovencitas levantarían de su camilla al cadáver más congelado de la morgue. De todo este carnaval callejero no hay constancia gráfica porque ni teníamos a mano las cámaras, ni -seguramente de haberlas tenido- nos hubiéramos atrevido a fotografiar según qué escote..digo disfraz -especialmente por los acompañantes de la mayoría de las gachís, casi todos tipos rudos con cara de malas pulgas- De cualquier manera, el ojo y la memoria son los mejores dispositivos para conservar recuerdos y os aseguramos que estos están archivados a buen recaudo.


  San Francisco nos ha dejado por otra parte el regusto de una ciudad moderna pero con mucho sabor y tradición. En seguida te da la sensación de que estás paseando por tu ciudad de toda la vida. Una urbe muy atractiva para el visitante especialmente si se maneja en coche o en algún otro medio de transporte como sus maravillosos tranvías. Las cuestas de sus siete grandes colinas y que todos tenemos en mente gracias a las películas americanas son espectaculares. 




    La bajada más retorcida del mundo -según estos, porque yo me sé de algunos pueblitos de la vieja Europa…- es la que desciende por Lombard ST. desde Hyde por las "Russian Hills". Sus mansiones victorianas y la enormes hortensias que franquean la cuesta son de las más fotografiadas del planeta. 





  Su animado barrio chino es el más grande y bien conservado de todos los Estados Unidos.



  La animación más típica para el turista de día es el "Fisherman's Wharf" el embarcadero de los pescadores donde se pueden degustar deliciosos platos de pescado y fantásticas sopas de almejas servidas en un enorme pan a modo de cuenco. 





  Aquí los músicos ambulantes pueblan el lugar. Puedes escuchar a un saxofonista fraseando dulces baladas y girar la esquina para encontrarte a un auténtico cowboy tocando música country y vendiendo sus CD's a todo el que pasa. Cerca de estos muelles tienen su sede los "Alcatraz Cruisers" en el Pier (muelle) 33. Desde allí sus barcos surcan las aguas de la bahía de San Francisco con destino a la isla de Alcatraz, más conocida por "La Roca". 



 Esta pequeña isla fue cuartel militar, cárcel militar y por último prisión federal. Funcionó como tal entre 1934 y 1963 y es especialmente famosa por ser lugar temporal de residencia de Al Capone y por su condición de prisión segura, dura y a prueba de fugas. También el séptimo arte ha coqueteado con la isla en películas como "La fuga de Alcatraz" con Clint Eastwood y especialmente con "El hombre de Alcatraz". La escena en que Burt Lancaster recibe la visita de un pequeño gorrión por el ventanuco de su celda la tenemos todos grabada en la memoria. Algunas más actuales como "La Roca" con Sean Connery y el inexpresivo Nicolas Cage es mejor olvidarlas cuanto antes.
  Cerrada como institución penitenciaria desde 1963, estos días se ha hecho una excepción y la han reabierto para introducir en sus dependencias a estos dos presos del tres al cuarto. Sus galerías están repletas de celdas idénticas unas a otras. Todas cuentan con una pequeña mesa, una sillita, un catre y un retrete. 



  La zona de entrada es el lugar donde los reclusos eran desposeídos de todos sus efectos personales y pasaban de ser una persona con nombre y apellidos a ser simplemente un número más. Aquí podemos ver las taquillas con los uniformes de presidiario, las duchas que mantienen aún los jabones… todo está perfectamente conservado y da una idea del horror que debía ser entrar y ser tragado en el olvido de un lugar como éste. 



  Aún están en pie algunas casas donde vivían los funcionarios, una de las torres de vigilancia y el patio donde los reclusos hacían ejercicio y paseaban si ese día se lo habían ganado. 

  







  Las reglas de la cárcel eran muy simples: "Usted tiene derecho a recibir comida, alojamiento y atención médica. Cualquier otra cosa que reciba es un privilegio" y su leyenda ganaba fuerza en el exterior con contundentes frases como: "Si rompes las reglas vas a prisión. Si rompes las reglas de la prisión vas a Alcatraz" 



  Dar un paseo por las celdas, el patio o el comedor que aún conserva el menú del último día que permaneció abierta, te produce extrañas sensaciones que es mejor olvidar cuanto antes en el barco que nos lleva de vuelta a la ciudad
  Tras la interesante excursión nos dirigimos a Sausalito, un pueblo muy cercano a San Francisco con preciosas casas y chalets rodeados de bosques. 





  Para acceder al lugar hay que atravesar la joya de la corona de la ciudad de San Francisco. Seguramente uno de los puentes más fotografiados del mundo: el espectacular Golden Gate Bridge. El puente de la puerta dorada salva las dos orillas de la bocana que da acceso a la bahía de San Francisco. 
  


  A través de sus 1.280 metros de longitud podemos observar a la derecha la ciudad con sus colinas, la isla de Alcatraz y toda la bahía y a la izquierda la inmensidad del océano pacífico. A pesar de no ser el puente más grande, el Bay Bridge que es por el que llegamos nosotros desde Yosemite es mucho más largo, el Golden Gate es el auténtico símbolo de la ciudad. Su color naranja -al que ya le va haciendo falta una manita de pintura- y sus dos gigantescas torres son un icono internacional. 







  Hemos pasado por él en varias ocasiones y lo hemos podido contemplar con niebla, limpio de nubes, desde abajo y desde arriba. Nos vamos de la ciudad con un buen sabor de boca y ponemos rumbo a Los Ángeles. Última parada de la costa oeste y destino final de la Ruta 66, que no de nuestro viaje. Hasta pronto

  C&A

1 comentario:

  1. Definitivamente, creo que algun dia, visitare esta ciudad.
    La culpa la tienen vuestras fotos y vuestros comentarios.
    Si, si.... esperame San Francisco!!

    Besos

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